lunes, abril 09, 2007


¿Nunca os habeis preguntado donde van a parar los animales después de ésta vida? En otras palabras, ¿habrá un cielo para animales? Esos enanos peludos que tanta compañía hacen, que restriegan sus suaves pelusas por tus manos, por tu cara, cuando andas buscan mimos entre tus piernas entorpeciendote tiernamente el paso. Al principio cuando te persiguen, cuando se te cruzan dan ganas de apartarlos pero te miran con esos ojitos y esa sonrisa siempre puesta que no puedes hacer caso omiso a esas tentaciones. Poco a poco se ganan tu cariño y tu tiempo. ¿Que sería de esos días que llegas cansado de la calle, hasta de la gente y está él ahí preparado para una buena ración de mimos? Esos momentos no tienen precio ni cambio. Esas frías noches de invierno en el sofá con la manta por encima, esperando el momento en que estés acomodado para unirse a ese ritual, un dúo formado por un radiador viviente y su compañero de manta.

Todas éstas son cosas buenas, os preguntaréis donde están los defectos, yo ahora el único que os puedo decir es el fin de esos días, el fin de 12 años compartiendo cama, compartiendo manta, compartiendo asiento en un coche a rebosar, compartiendo la pila a la hora de un sanguinario baño, de desayunos algodonados y endulzados con su compañía. Puede que la idea de que se vaya entristezca y sea la razón de esta entrada. Ahora mismo estoy sentado junto a ella, tiene la mirada perdida y no es capaz de mover un solo músculo. Está tapada con una manta pues tiene la piel fría como el hielo. Pero no soy capaz de soltar una sola lágrima porque se que no es su hora...

No hay comentarios:

Publicar un comentario